Jaime
Hales
Material
del Curso de ALTA MAGIA
por la intervención de una fuerza externa al propio ser humano que modifica la especie. Esta intervención se mueve en dos direcciones: un proceso civilizatorio y un proceso de desarrollo espiritual. Es el nexo entre la trascendencia y la realidad concreta, siendo el elemento central el sujeto humano que une en sí ambas vertientes. Es lo que nosotros simplificamos diciendo “cuerpo y alma”. Entonces, me hago la siguiente composición de lugar: cuando el creador decide la existencia del humano, es decir, un animal con más inteligencia y habilidades, con mayor conciencia de sí mismo y de la trascendencia y sobre todo – como bendición y tragedia – de libertad, interviene produciendo cambios que van desde la biología a la conciencia espiritual. Tal intervención la hace la divinidad pues le interesa el destino de su propia obra.[1]
¿Cómo
hace tal intervención? ¿Cómo se comunica la divinidad?
La
primera pregunta se responde simplemente: de todas las formas posibles, incluso
aquellas que hoy ni siquiera estamos en posición de imaginar o suponer.
Respecto
de la segunda, ya dije que la divinidad va en busca de un doble objetivo para
los seres humanos: el proceso civilizatorio y la convocatoria a la
trascendencia. Al revisar la trayectoria humana sobre el planeta mediante las
disciplinas conocidas - como la historia, la arqueología, la antropología, la
biología y sus derivados, la geografía, entre otras – vamos a observar que se
repiten ciertas formas que podemos considerar apropiadas para el proceso de
civilización y la conexión con la trascendencia: la presencia de mensajeros que
se nos presentan como avatares, profetas, canalizadores y escritores de “libros
sagrados”.
2.- Los profetas: El
profeta es un intérprete de la palabra de Dios, que por su gracia y
disposición, entrega mensajes al pueblo, anunciando y denunciando, advirtiendo,
anticipando. El profeta es una persona concreta que recibe mensajes de la
divinidad para ser entregados. Durante los dos milenios anteriores a Cristo, en
el mundo semítico se desarrolló
un
verdadero oficio de profeta en las distintas religiones. Ellos, por sus
quehaceres más habituales, estaban a medio camino entre el sacerdocio y el
chamanismo. Los profetas judíos de los que da cuenta la Biblia se distinguen
claramente de los sacerdotes e incluso muchas veces parecen ser sus enemigos,
por cuanto denuncian las iniquidades de los gobernantes y las clases
superiores, entre los que ellos se contaban. El profeta es de lenguaje duro en
la denuncia y en la advertencia, pero suave en el anuncio. Y junto con hablar a
las “Vacas de Bazán” denunciando su corrupción y la explotación que hacen del
pueblo, anuncia la tierra de la que manan leche y miel. La función profética,
de cierto modo, es parte de la propia naturaleza humana, ya que cualquiera de
nosotros puede ser elegido por la divinidad para ser portador de sus mensajes.
En el ámbito privado, muchas veces lo hacemos, incluso sin tener conciencia de
ello. En la medida que avanzamos en el conocimiento de nosotros mismos e
incrementamos nuestra conciencia, podremos servir con modestia y autoridad en
la función profética en el ámbito que nos corresponda actuar.
3.- Los mensajes directos,
canalizaciones o revelaciones:
Sin
que lo esperemos y probablemente tampoco lo merezcamos la divinidad nos usa de
mensajeros para otros. Sin saberlo, llega hasta nosotros una palabra que debe
ser dicha a alguien. Y lo hacemos, servimos de canal o de mensajeros para una
persona que lo está necesitando. Otras personas reciben de pronto mensajes más
evidentes o revelaciones sobre ciertas cosas, muchas veces en relación con su
profesión o actividad. Y nosotros lo atribuimos a la intuición, como si ésta
fuera un mérito propio y no el misterioso modo de conocer inspirado por la
divinidad.
4.- Los libros de sabiduría:
La
divinidad nos ha entregado “libros” en los cuales están escritas pautas sobre
los procesos de civilización y conexión con la trascendencia, para que sean
leídos por los humanos en la medida que los vayan necesitando. En la medida que
aumentan la conciencia de sí y la de su civilización, los seres humanos están
más dispuestos a acceder a esta sabiduría y son capaces de verla con mayor
integridad. Lo que en un momento puede haber sido solo una guía elemental, se
va convirtiendo en un libro que da señales sobre cómo actuar ante todos los dilemas
que la vida propone continuamente.
Hay
libros religiosos y libros no religiosos, llamados también mágicos o
simplemente oráculos. En el comienzo todos los libros eran tanto religiosos
como oraculares y mágicos, pues no había distancia entre el sacerdocio y la
magia. A medida que las religiones se fueron sustentando en el poder, la magia
fue quedando relegada a un plano secundario u oculto y sus libros fueron vistos
como rivales de la religión.
Cuando
tomamos un libro en función de lo religioso descubriremos que los mensajes que
entrega son de carácter general para los seres humanos. Entre ellos se cuentan
los vedas de la India, el ya citado Bhagavad-gītā, la Biblia en sus versiones judía
y cristiana, el Talmud escrito por los sacerdotes y sabios judíos, el Corán, el
Libro de Mormón. Por cierto hay muchos más. Hay otros libros de sabiduría
vinculados a lo religioso, pero que son de un nivel menor, pues tienen más de elaboración
intelectual que de revelación o inspiración divina, como por ejemplo el Zohar,
la poesía árabe religiosa, El Tao, los evangelios apócrifos, las obras de Tomás
de Aquino.
Los libros no religiosos responden preguntas formuladas por una persona y por lo tanto tienen mensajes directos para explicar (describir con sentido) aconsejar y pronosticar frente a lo que cada sujeto consulta. Son señales para recuperar la memoria del alma: saber cómo soy y qué debo hacer en la vida.
Mencionemos
entre los más importantes:
·
La Astrología: el libro basado en el mapa del cielo que “ve” el recién
nacido. Usa los Planetas, las Constelaciones y las Casas Astrológicas.
·
Las manos o el oráculo del cuerpo, basado en la disciplina llamada
Quirología.
·
La numerología.
·
La geometría sagrada.
·
El Tarot, que es el libro que señala el camino humano: nos propone un
mapa con arquetipos, tareas, desafíos, metas por alcanzar.
·
La Alquimia, que es la disciplina de los 4 elementos y pretende
guiarnos hacia la armonía mediante el autoconocimiento y la combinación
perfecta de los elementos de la realidad.
·
El I Ching, de la cultura china.
·
Las runas escandinavas.
[1] He renunciado a la idea que tuve de joven: entender los motivos de
Dios. Sé que no puedo contestar eso mientras tenga los límites de un humano, lo
que me tranquiliza y hace que me concentre en vivir más que en teorizar o
especular respecto de las intenciones de otro superior a mí o rechazar su
existencia simplemente por mis limitaciones comprensivas.
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